Cuando Andy Warhol comenzó a experimentar con serigrafía en la década de 1960, esta no era una práctica ampliamente utilizada en el arte.
Fue un proceso largo que requirió una cantidad exorbitante de paciencia y un buen ojo para los detalles. Tampoco se entendió por unanimidad su valor artístico debido a la interferencia de una máquina, lo que provocó el escepticismo de muchos cuyas visiones tradicionales exigían un contacto directo entre el artista y su medio de creación.
Una de las primeras imágenes con serigrafia de Warhol fue su estampado de Marilyn Monroe, que se basó en una fotografía de la película de la actriz en 1953, de la película "Niágara".
Warhol rápidamente se dio cuenta de que podía producir arte con este tipo de elementos. Utilizó la eficacia de la técnica de serigrafía en su beneficio y generó múltiples versiones de la misma imagen de Monroe, con una variedad de composiciones de diferentes colores.
La producción de esta serie sirvió como precedente e inspiró a Warhol para ampliar la idea a temas que van desde latas de sopa, carteras hasta personajes ficticios en la cultura pop estadounidense.