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Hacia 1832, el joven Darwin desembarca en las costas de Uruguay.
Como buen científico, de sentidos afables y abierto al descubrimiento, tomó nota de todo lo que vio y experimentó.
Así, en su Diario de Viaje han quedado impresas las emociones que despertaran estas costas en esa primera mirada del lozano naturalista inglés.
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Escuchemos algunos párrafos de ese diario, más precisamente de su visita a la ciudad de Minas: