La teoría de Lovejoy
Owen Lovejoy, profesor en la Kent State University (Ohio) y reconocido experto en antropología biológica, propone una teoría al respecto. Aunque no está libre de controversia, la suya podría dar respuesta a varios enigmas sobre los orígenes de nuestra especie. Según el antropólogo norteamericano, el bipedismo conllevó una reestructuración del esqueleto que, a su vez, desencadenó toda una serie de sucesos biológicos. Uno de los principales habría sido el estrechamiento del canal del parto.
La evolución optó por una solución crucial:
El desarrollo fetal se llevaría a cabo tan solo a medias en el interior de la madre
En un momento determinado, probablemente en la transición del australopiteco al género Homo, se produjo la confluencia de dos tendencias evolutivas difíciles de conjugar: la reducción del canal del parto y la expansión del cerebro. Un canal cada vez más estrecho complicaba la salida de la cabeza del bebé, que estaba aumentando de tamaño. La evolución optó por una solución peligrosa, aunque crucial: el desarrollo fetal se llevaría a cabo tan solo a medias en el interior de la madre. Así, cuando la cabeza del bebé estaba a punto de adquirir el tamaño máximo que el canal del parto podía asumir, se producía el nacimiento. Más tarde, el bebé seguía desarrollándose.
Esto dio lugar a crías que nacían desvalidas, incapaces de sobrevivir sin intensos cuidados, algo que iba a traer consecuencias. La hembra, cargada con el cuidado de las crías, necesitaba de la colaboración del macho para sobrellevar esta labor.
Una pequeña ayuda
No obstante, el estrechamiento del canal del parto pudo tener más implicaciones. Durante el alumbramiento, la cabeza del bebé tiene que girar a medio camino para salvar las espinas ilíacas.
Tras asomar la cabeza, el resto del cuerpo ha de girar también para hacer pasar los hombros por el conducto. Es posible que un parto tan complejo no pudiera tener éxito evolutivo a menos que las hembras fueran asistidas por otros individuos del grupo durante el proceso.