Antiguamente se practicaba la agricultura tradicional caracterizada por su poca tecnificación y uso de la tecnología.
Por ello, su producción, que no era a escala, solía alcanzar únicamente para el consumo del agricultor, quien además trabajaba la tierra con herramientas como la hoz, la azada o la pala.
En caso de poseer un tractor, éste no era utilizado a su máximo potencial.
Al ser una actividad rudimentaria, la producción dependía en su mayoría de las capacidades físicas del agricultor y sus trabajadores, por lo que el rendimiento y optimización de recursos era bajo.
A esto se suma que la forma en la que se trabajaban los terrenos correspondía a conocimientos o prácticas ancestrales y empíricas.
Una técnica frecuente era hacer que la ganadería conviviera en el terreno en el que se cultivaría para que el estiércol sea aprovechado como abono.