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A disfrutar del cuento

AHORA SÍ,
A DISFRUTAR DE "COMO SE VE MATILDE"...

ESPERO QUE TE GUSTE.

 

Transcripción del contenido del cuento

Como se ve Matilde

Matilde era la menor de treinta hermanas gallinas. 

Tenía las plumas marrones, como su madre, el pico largo, como su padre, la cresta puntiaguda, como su tía Robustina, las patas cortas como su abuelo Gallardo y un lunar debajo de su ala como su abuela Florenciana.

Es sabido que todas las gallinas son iguales, pero Matilde se observaba en el espejo y veía todos los defectos de su familia en ella.

Tampoco era tan buena en la escuela como Lerena, la lechuza, que leía todo lo que la maestra mandaba y además, podía recordarlo. Matilde no lograba leer la segunda oración cuando se dormía.

Es sabido que las gallinas no son muy buenas leyendo porque tienen que poner los libros tan cerca de sus ojos para poder ver las letras, que terminan por dormirse.

En las clases de natación miraba a Antonio, el pato, cuando se zambullía en el lago sin salpicar casi y bucear por largo rato, hasta emerger con algún pececito en la boca. 

Matilde no podía nadar, solo flotaba. Sus alitas y sus patas cortas no le permitían avanzar, por lo que después de la tercera clase, se dedicó a chapotear en la orilla, mirando con envidia a sus compañeros.

Los sábados iba junto a su familia a la pradera. Los pequeños teros ya empezaban a volar y caer en picada, deleitando a todas las familias de aves que estaban disfrutando de sus picnics. Uno de los teros la saludó. Era Pedro, su compañero de clase ¡Era tan valiente y volaba tan bien! La invitó a levantar vuelo junto a él. 

Cuando el tero ya estaba haciendo piruetas en lo alto, Matilde apenas había levantado medio metro del suelo. Avanzó siete u ocho aleteos y cayó como una bolsa de papas.

Es sabido que las gallinas no pueden volar. A lo sumo un vuelo cortito. Matilde como una gran bola con pequeñas alitas a los costados que se batían sin cesar para terminar contra el piso, con todas sus plumas revueltas.

Llena de pasto y desplumada volvía al gallinero cuando observó a los divinos pavos reales, tan elegantes siempre. Sus plumas nunca tendrían el brillo tornasolado de su amigo Bruno. Lo saludó al pasar pero él estaba tan ocupado en desfilar que ni siquiera la vio.

Es sabido que las plumas de las gallinas son marrones, o blancas, o negras, nunca azules. No tienen las pestañas ni las coronas de los pavos reales. Siempre están sucias de barro y caca, porque pasan comiendo o entre la paja.

Ya de noche, echada en el gallinero junto a sus veintinueve hermanos, sus padres, sus primos, tíos y sus abuelos, se puso a dar vueltas en la paja. Ante las quejas de su familia, decidió salir a caminar. 

Pronto encontró a la lechuza Lerena.

- ¿Qué haces despierta Lerena, subida a esa rama?

- Es que tengo insomnio.

- ¿Qué es eso?

- Significa que no logro dormirme hasta tarde. Por eso aprovecho a leer.

Matilde siguió caminando. Se asomó al lago y vio a la familia de Antonio, el pato, parada al costado del lago.

- ¿Qué ha ocurrido Antonio?

- Es que hoy no hemos pescado nada y tenemos hambre. Mi padre está intentándolo por última vez.

- ¿Y por qué no picotean el suelo por unos gusanos?

- Lo que sucede es que no tenemos tus patas para rascar ni tu pico para hurgar.

Matilde escarbó en tres o cuatro sitios y trajo un puñado de bichos para Antonio y sus hermanos.

De vuelta a su casa encontró una pluma de pavo en el suelo, más adelante otra, y por último a Bruno llorando.

- ¿Qué sucede Bruno?

- Mis plumas están cayendo.

- ¿Estás enfermo?

- No, parece que sucederá cada verano ¿pero qué mostraré si no tengo mis plumas?

- Puedes pensar en otras cosas buenas que tengas Bruno.

- Me gustaría ser como vos, que tenés tus plumas siempre.

Es sabido que los pavos reales tienen plumas más bonitas que las gallinas, no pueden compararse con…

Entonces Matilde caminó hasta el narrador, sacó su lápiz con goma de borrar de entre su plumaje y empezó a borrar todos los comentarios feos que había estado leyendo hasta el momento porque es bien sabido que lo importante es cómo se siente uno, y no dejarse llevar por lo que dicen los demás.

Entonces, es sabido que ...boom. Mi nombre es Romina Machin, yo escribí este cuento y lo ilustré y hoy lo leí para vos.

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