Hace mucho tiempo atrás, los semáforos no existían.
Tampoco había coches, de modo que no eran necesarios casi en ningún sitio. Los carruajes seguían una serie de reglas sencillas (como ir por un lado de la calle, ceder el paso a una determinada dirección, etc.) y, al no haber demasiados, no era necesario nada más.
Pero hacia mediados del siglo XIX, comenzaron a aparecer problemas: en algunas ciudades y, especialmente, en zonas muy concurridas de las grandes capitales, la gran cantidad de carruajes era tan grande que no bastaba con ceder el paso.
¿Uno de los lugares en los que esto ocurría habitualmente? ...
Delante del Parlamento Británico, en el Palacio de Westminster.